Zodíaco neotropical
El morrocoy es un animal eminentemente terrestre. Lento pero seguro, suele desplazarse largas distancias a pesar de los obstáculos y las dificultades, lo cual lo convierte en un símbolo del trabajo y el esfuerzo. Su caparazón rígida evidencia cierta inflexibilidad de criterio, y su propensión a esconderse dentro de ésta muestra a un animal más bien conservador, que no toma riesgos.
El araguato sobresale por su inteligencia, flexibilidad y capacidad de comprensión. Se trata de un animal gregario, fraternal, que antepone los intereses grupales a los personales. Amistoso por definición, el nativo de este signo es muy comunicativo y hasta gritón, alegre y progresista, dedicando gran parte de su energía a las actividades sociales.
La corocora es más bien tímida y uno de los animales más sensibles. Su vida acuática revela a un animal fundamentalmente emocional. Místico y bondadoso por excelencia, su hipersensibilidad suele llevarlo a tomarse las cosas a pecho y, en casos extremos, al melodrama. Los nativos de este signo están particularmente dotados para la música, como vehículo para la expresión de sus emociones.
La cuaima es un animal rápido y fascinante, de mirada profunda y siempre listo para el ataque. Guerreros por excelencia, los nativos de este signo suelen atacar antes de ser agredidos, siendo en ocasiones despiadados y hasta sanguinarios. Su agilidad los convierte en excelentes atletas, bailarines y amantes lo cual, sumado a su atractivo, los hace sumamente peligrosos.
La danta es el animal más corpulento y pesado del neotrópico. Firmemente arraigado en la tierra, gusta de lo concreto, el orden, la belleza. Es un ser trabajador, paciente y persistente. A pesar de ser lento en el andar, en ocasiones arremete con fuerza y velocidad, llevándose por el medio a cuanto obstáculo se atraviese, con inigualable testarudez. Paradójicamente, los nativos de este signo suelen aparentar más bien docilidad y calma.
Los nativos del signo del arrendajo son ligeros, coloridos y amistosos. Esta ave se caracteriza por imitar a la perfección los cantos de otras aves, por ello sus nativos siempre tienen la palabra exacta para su interlocutor, llegando esta cualidad al mimetismo. Esto los hace excelentes relacionistas públicos. Sin embargo, su adaptabilidad y cualidad aérea, hace que les sea difícil tomar decisiones y mantener el rumbo.
De aspecto imponente y hasta amenazante, la arawana es en realidad un pez sumamente tímido, con tendencia a ofenderse ante las acciones de los demás, sin que éstas tengan realmente relación alguna con ella. Ante la más mínima señal de peligro la numerosa prole entra en la cavidad bucal de los padres, hasta que el temor desaparezca. Es un ser maternal, sobreprotector, capaz de hazañas increíbles para proteger su hogar y a los suyos.
La arpía es el águila más poderosa del neotrópico. Su vuelo a gran altura la relaciona con una criatura solar, con lo cual, es uno de los nativos con el ego más inflado. Animal imponente, invulnerable, sin depredadores, capaz de cualquier cosa por lograr sus metas. Aunque en general persigue la claridad y la justicia, su egolatría suele hacerla volar por encima de los demás, a quienes devorará sin piedad a fin de lograr sus objetivos.
El cachicamo está permanentemente ocupado. Muy terrenal y materialista, vive sobre la tierra e, incluso, dentro de ésta. Parece no descansar ni temer al trabajo, y sus movimientos, rápidos y minuciosos, lo hacen una criatura detallista. Su ilimitado afán por el orden y la clasificación aparece en su coraza, de cientos de placas perfectamente ordenadas. Esta compulsión por el orden y el control representa precisamente su talón de Aquiles, pues el control total constituye un imposible.
Los nativos del signo de la pereza se andan siempre por las ramas. Desplazándose a gran altura, su permanente búsqueda del equilibrio y la armonía es la base de su supervivencia. Sin embargo, en este exagerado afán de equilibrio pueden malgastar buena parte de su energía, teniendo serias dificultades para concretar sus metas. La pereza es, sin duda, el signo más indeciso del zodíaco neotropical.
Se trata de uno de los animales más temidos del zodíaco. Habita en las profundidades, lo cual simboliza su gran profundidad de pensamiento y emociones. El temblador es el nativo que más busca la trascendencia y el misterio. Es sumamente sensible e irritable, reaccionando de manera violenta ante lo que considera una falta. Tiene la tendencia a tomarse todo a pecho, ante lo cual lanza sus descomunales descargas eléctricas, muchas veces mortales.
Los nativos de este signo son los más alegres y optimistas. Su vuelo representa su incansable ansia de viaje, la búsqueda del conocimiento y los ideales y la atracción por la filosofía. Las guacamayas suelen ser ruidosas y parlanchinas –presumidas- y su capacidad para hablar puede ser muy superior a su capacidad para escuchar. Este deslumbrante y apabullante animal representa la esencia arquetipal del trópico americano.
Entre los siglos XVIII y XIX, una nueva oleada de viajeros vino a Suramérica buscando El Dorado. Todos lo encontraron, en diferentes rincones de la variadísima geografía del continente. A sus ávidos oídos habían llegado, allende el mar, las más asombrosas descripciones de la naturaleza del trópico americano (el neotrópico), nuestro verdadero Dorado, la región con mayor biodiversidad del planeta. Fauna y flora sin igual despertaban en su imaginación curiosidad, respeto, admiración, temor y repulsión.
De los encuentros entre estos naturalistas y el vasto continente quedaron numerosos testimonios. Pero es en las imágenes donde se despliegan de forma más elocuente las emociones que mantuvieron a dichos viajeros conectados con tan excepcionalmente rico mundo natural.
Grabados, dibujos y acuarelas re-creaban para el público y la ciencia cada nueva criatura y su entorno. Con frecuencia la especie descrita estaba ilustrada a color, mientras que el contexto estaba tan solo bosquejado, monocromo, irreal, lo que parecía concordar con el aire de misterio que generaba tan extraño bestiario. Algunos de los mejores ilustradores ni siquiera cruzaron el océano: sus imágenes estaban basadas en los especimenes disecados y en las historias naturales narradas por los exploradores, casi siempre cuajadas de mitos en los que se proyectaba su más profundo mundo inconsciente. Y es que la fauna del neotrópico es tan portentosa que parece contener todas las imágenes simbólicas, todos los arquetipos con los cuales nos representamos.
De entre la abundantísima fauna que nos rodea, he hecho una selección, basándome en la simbología del zodíaco babilónico, que puede reflejar nuestra naturaleza más íntima. Son los doce de oro del zodíaco neotropical, un ejercicio en homenaje a aquellos que con sus ilustraciones mitificaron a El Dorado suramericano, nacido de la fusión entre una naturaleza exuberante y un mundo inconsciente desbordante de símbolos.
Antonio Briceño
Abril 2009